El Templo

Sangre en una pluma

La casita

Geronimo

Lo que me espera.

La jaula del Perico .

Bogotà en  viñetas multicolores

Como escrita por un  maniático  amante de las aventuras de personajes pintorescos, surgen entre pasquines  y artículos matutinos, una multitud de villanos copiados de nuestra infancia, tan reales que ensombrecerían las pilatunas de los Malhechores que nos hicieron  más amena la infancia de los 90’s y 80’s,  entre ejércitos privados y públicos que hacen gala de sus credos y convicciones, de su accionar contra un enemigo ideológico o teológico, hasta complejas organizaciones criminales que  adoptaron con cierta devoción sus nombres a series animadas japonesas y norte americanas. La razón posible para este fenómeno es simple: los bandidos tiene más tiempo de esparcimiento que cualquier mortal, eso sumado a la necesidad de tener y poseer sin importar quien este por delante, al igual que cualquiera que quiera estar en una buena posición  social. Solo un puñado de la inmensa mayoría decide que el mejor camino  es el más fácil y peligroso.

Últimamente suplir las necesidades se ha transformado en algo extremadamente prioritario donde unos trabajan incesantemente por un salario  poco remunerado, que no deja  suficiente para tener tiempo y obliga a disfrutar de un entretenimiento audiovisualmente mediocre, a diferencia del bandido  que disfruta de la programación juvenil donde el bien se enfrenta al villano dotado  de músculos y trajes de licra, nada profundo. Una batalla con facultades sobre humanas o conclusiones poco creíbles, un coctel donde se asimila más el mal que el  bien, porque el  mal es más  cercano a nosotros los mortales, claro que es casi  imposible   de ser un extraterrestre súper poderoso o un multimillonario  con  todos los gadgets  habidos y por haber como  herramientas para enfrentar el  crimen, pero en la realidad no hay nada más poderoso que una buena munición  de balas, un revolver y una voluntad férrea para encarar a cualquiera para obtener lo deseado.

Nombrar los villanos modernos seria de mas, con sus alias o  nombres que aterrorizan  barrios, pueblos o manipulan comunidades enteras en el intento de convencer su accionar justo y obligado. Dentro de este contexto podemos contar con los antihéroes, iguales en muchos sentidos  pero poco  respetados, la fuerza pública una amenaza más que un alivio, es el pago  de una labor poco  agradecida donde las órdenes no se cuestionan, solo se actúa frente a la sociedad que se protege;  Pero  es el único capaz de enfrentar estos pintorescos criminales. Los uniformados mucho más violentos que el  mismo villano y mejor equipados  para detenerlos con una orden  de captura o un triste balazo que les recuerda de que  estamos hechos. Que conscientemente el final  será siempre el  mismo, una derrota y un reconocimiento en su  actuación del malo  de su  propia historia...    

Tal vez el  héroe si existe a pesar de todo  lo descrito un  personaje que es mucho más cercano a nosotros solo que no  le dedicamos el  tiempo  de decirle la gracias o reconocer su labor porque están ahí  todos los días,  donde sus hazañas se resumen a reproches matutinos, donde  las madrugadas son  verdaderos actos de heroísmo, donde el  dinero sirve para hacer milagros, donde la valentía de salir a tomar transporte es casi épico, porque muy en  el  fondo el  héroe  sabe a qué hora sale pero no  a  qué hora regresa a su hogar,  con sus múltiples rostros es  capaz de hacer cualquier cosa por el  bien  de los demás sin  importarse a sí mismos,  actos invisibles como  construir transportar limpiar, enseñar , atender a personas en estados deplorables sumidos en  vicios u otros adictivos que escapan  de la realidad momentánea, ellos no  necesitan llamarse por un alias o portar un  arma milagrosa o  portar un atuendo que los determinen como  héroes,  solo están ahí manteniendo la realidad tal  cual la conocemos.

My face of winter

Hongos bonitos 3

La papa enraizada.