“Si no quieres contestar los mensajes, no lo hagas. Si no quieres hablar con alguien, no lo hagas. Está bien alejarse un tiempo de las personas y sólo centrarte en ti.”
— chicadelcereal
Estoy jodidamente cansada, agobiada, ¡maldita sea!
Te odio, ¡eres un idiota!
¿¡A quién engaño!? Tú no me quieres
Sólo te refugias en mí
Ya no te entiendo
Ya no me entiendo
Hace tiempo me propuse no dejarme llevar por tí
El problema es que soy tan pendeja, y mi corazón tan ciego… Ninguno supo ver el problema que se nos haría con la conciencia
Ya valimos
Creo que me he enamorado de tí
Creo que me he enamorado de un fantasma
Creo que ya me jodí
Absolutamente dependo de tí
Y ¡joder! ya no quiero
Ya no quiero nada
Te quiero a tí, queriéndome
Me quiero a mí sintiendo que lo creo, sabiendo que es verdad que me quieres
Porque no es lo mismo
Muéstrame cómo coño se supone que me debo soltar
Quiero salir de aquí
Hace mucho me propuse sacarte de mí, de no darte importancia
Ahora me trago cada intento e intento no ahogarme con ellos, porque los siento en mi garganta
Espero leas esto, me imagino que lo harás
Me imagino que te beso, que te tengo en mis brazos
No volverá a pasar, quisiera
En este mismo momento quiero llorar
Hoy te ví, fue muy bueno
Pero fue muy malo
Te amo o te quiero o te odio
¡Maldita sea!
Tengo una bola de sesos en lugar de cerebro
Quiero escribir más, pero si lo ves, no quiero que entiendas que eres tú. Y tengo tarea por terminar
Gracias por todo
Ama a tu amor
Déjame en paz
Me haces muy feliz, feliz a ratos
Atentamente
La conciencia de Fiorella Vera Perdomo
Cuando era chica y levantaba la vista para ver el cielo nocturno, lo que más hacía era buscar las dos únicas constelaciones que me conocía: el cinturón de Orión (o las tres Marías) y la cruz del sur, para luego seguir jugando al aire libre.
No sé qué pasó, ni en qué momento se dio el quiebre. Pero mientras iba creciendo, lo hacía cargada de nostalgia, tristeza, dolor. No tenía excusa alguna para ser así de oscura. Y sin embargo, lo era. Ya no buscaba mis constelaciones en el techo de Dios. Solamente clavaba mi vista en el suelo.
A los dieciséis tuve la oportunidad de hacer un retiro.
La primera noche, todos con linternas en mano, nos llevaron a caminar entre los cerros. Allí mismo nos dieron alguna charla, que no creo que haya tenido tanta relevancia en mi yo de ese entonces.
Yo estaba perdida en otra cosa.
Estaba impactada, maravillada, enamorada de la oscuridad que lo inundaba todo. No hubiese sido capaz de ver mis propias manos sin la linterna.
Pero el cielo. El cielo estaba tan claro. Esa noche no faltó ni una sola estrella. Me había olvidado de lo bello que podía ser. ¿Por qué? Porque siempre lo contemplaba de la misma torpe manera. Necesitaba realmente de un cambio de perspectiva. Observarlo de otra forma, con otro cariño.
Me sentí diminuta, insignificante. Al igual que todas las cosas que me agobiaban. ¿Y si mi rutina, mi día a día, era el lienzo negro de la noche? Entonces, tenía que tener estrellas. Caí en la cuenta: estaba llena de ellas. El amor de mi familia, mi hogar, mis amigos, mis libros, mis hobbys, mis cafés con leche, mi mascota.
Estar en ese lugar tan extraño, con muchas personas desconocidas, logró hacer que algo dentro mío “hiciera click”.
Ha pasado mucho tiempo de esto. Pero cada vez que anochece luego de un día asquerosamente largo, me quedo mirando a través de la ventana de mi cuarto, absorta. Pensando.
La Luna puede ser magnífica, por eso se las dejo a los poetas.
Yo me quedo con las estrellas, que me recuerdan que por más oscuro se vea todo, siempre se puede brillar. Hay motivos para hacerlo.
Sólo hace falta a veces mirar desde otra perspectiva.
Me desperté con el alma amoratada, recordando cómo lo conocí. Él era un romántico que me hacía reír a diario y convertía el invierno en una simple estación, de esas en las que los trenes dormidos no aparecen porque todo está en su lugar. Y ahí me quedé. Tres meses de paulatino hastío en lento crecimiento. Antes de eso yo era una chica sencilla, sin demasiadas preocupaciones. No sé en qué momento llegué aquí. El espejo me devuelve siempre la misma imagen: un hombre que me agarraba las entrañas, una mujer suave, extraña, que apenas reconozco ahora. He estado observando estas paredes durante quince minutos hoy. El mismo número de lágrimas que derramo todos los días. Y cada día es una menos, o una más según el momento. No he dormido nada, y sin embargo aquí todos creen que estoy en coma, que voy sonámbula derramando las miasmas que desprenden mis oídos. No es así. Llevo tres años en ayunas, cuatro días observando estas paredes blancas, y cada día me convenzo más de que no puedo ver. Están goteando sobre mi garganta las burbujas del veneno, y yo mientras estoy imaginando cómo se sentirá el aire dentro de ellas, porque me siento tan huérfana como él.
Siento ponerme así, me paso el día ocupada y no me doy cuenta de lo triste que estoy. Soy muy afortunada, pero a veces no puedo evitar sentirme mal. Te echo de menos y cuando te veo siento nostalgia, me inunda la melancolía, y no puedo dormir. Necesito salir de estas cuatro paredes. Estás tan cerca, pero a la vez tan lejos. Separados por la pantalla. Me muero por darte un beso, de esos que saben a gloria. A gloria va a saber la libertad, cuando la tengamos.
- Entre cuatro paredes, Marta Guttuso.
te mereces un amor que no te hiera
Un equipo de astrónomos del Observatorio M. Keck en Maunakea (Hawái), han llevado a cabo un descubrimiento increíble: se trata de una reliquia rara del universo antiguo, una “nube fósil” de gas creada en la época del Big Bang.
Este antiguo remanente del Big Bang, este fragmento de material puro de los comienzos del universo, podría ayudar a los investigadores a comprender mejor cómo y por qué los diferentes tipos de estrellas y galaxias se formaron en el universo primitivo.
El telescopio del Observatorio W. M. Keck también encontró un cuásar, un núcleo galáctico activo ultra-brillante que emite mucha energía, que se esconde detrás de la nube de gas. Esta nube es un hallazgo notable porque ha cambiado muy poco desde su creación.
“Dondequiera que miremos, el gas en el universo está contaminado por elementos pesados de residuos de estrellas en explosión. Pero esta nube en particular parece prístina, no contaminada por estrellas, incluso 1.500 millones de años después del Big Bang “, dijo Fred Robert de la Swinburne University of Technology de Australia. “Si tiene algún elemento pesado, debe ser en una proporción de menos de 1 / 10.000 de lo que vemos en nuestro Sol. Esto es extremadamente bajo. La explicación más convincente es que es una verdadera reliquia del Big Bang ”, agregó.
El mundo te romperá el corazón de todas las formas imaginables. Eso esta garantizado
(via juli-in-the-lonely-hour)
Extraño a mi otra mitad
Cuando estamos separados
If I could fly - One Direction.