Ya no éramos un par de extraños, ya que sobre la chimenea habían muchas fotografías nuestras, pronto nos fuimos convirtiendo en una familia. Nos tomó tiempo volvernos a encontrar, pero vaya, valió la pena, la espera, los riesgos, el tiempo y todo aquello que nos separó. Juntos fuimos construyendo algo importante, nuestro hogar.
No soy alguien que se considera lógico o racional, siempre opto por las decisiones emocionales, dejarme llevar por los sentimientos es lo mío.
Hace aproximadamente dos semanas tome la decisión de volver a mi ciudad de origen y dejar Bogotá, en ese instante supe lo que es ser adulto y tomar decisiones racionales, es duro dejar el lugar donde me siento tan a gusto, tan feliz, tan tranquilo, en el lugar donde puedo ser yo mismo, donde no debo esconderme de nada ni de nadie, en ese lugar que personalmente considero mágico en donde soy totalmente libre.
Empaque un año y medio de mi vida en dos maletas, tres cajas y un morral. Ha sido la decisión más difícil y dura que he tenido que tomar, aun no logro entender por qué siento tanta paz en esta ciudad tan caótica.
El solo pensar en dejar a mis amigos, me destroza y deja un gran vacío en mí, esos seres que transformaron mis días monótonos y aburridos en días increíbles, llenos de amor, diversión, aventura, peligro, adrenalina, risas, abrazos, juegos, fiestas, pijamadas y cenas. Esos hermosos seres que me aceptaron sin reprocharme nada, que también me ayudaron aceptarme más, ellos son la familia que yo escogí, la familia que siempre se encarga de decirme que soy el ser más auténtico que han conocido.
Mis amigos me han dicho “todo estará bien”, “tranquilo”, “devolverte es la opción más viable”, le he vuelto a explicar que dejar este lugar es como abandonar el amor de mi vida voluntariamente, siento que me están arrancando algo que amo demasiado, algo a lo que aún me aferro.
No cambiaría ni un segundo de mi tiempo en Bogotá, a ninguna de las personas que conocí. A veces la vida se encarga de quitarme lo que más amo para que me dé cuenta del valor.
Mientras escribo estas líneas mis lágrimas ruedan por mis mejillas, reproduzco en repetidas ocasiones “Triste y vacía” de Héctor Lavoe y “Me puede” de Carla Morrison. Creo rotundamente en el poder sanador de las lágrimas, me ayudan a desahogarme, a desaguar, a dejar ir lo que duele.
Ahora lo que viene es aceptar, aceptar que debo volver al “infierno”, al lugar donde jure jamás volver a vivir, ese sitio donde me siento asfixiado y aprisionado, en donde a si piense en las “cosas buenas” que tiene para ofrecerme, no logro encontrarme allí, ese lugar me hace sentir perdido y ahogado.
Despertar a las 02:00 P.M. se ha vuelto rutinario los domingos, así el día se me hace más corto. El silencio que se respira en este día es toxico, quisiera quedarme bajo las sabanas y dormir todo el día.
He llegado a la conclusión de que los domingos se hicieron para estar acompañado, tal vez para estar en familia e ir pasear, un almuerzo fuera de casa estaría bien, tal vez para estar con los amigos e ir al cine y luego una cena divertida, o tal vez para estar por ahí caminando con quien amas mientras están muertos de risa.
En mis domingos quisiera estar rodeado de mi familia, amigos y quizá solo quizá alguien más, para llenarle de besos, abrazos, caricias y enseñarle a cocinar. Si es un día soleado vendría bien ir a la playa todos y si llueve estaría perfecto ver una comedia romántica, preparar la cena y sentarnos a la mesa a hablar de esos recuerdos que nos hacen felices.
Pero mis domingos son un antónimo de lo que deseo, son deshabitados, melancólicos, depresivos y emocionalmente fríos.
Después de romperle el corazón a alguien por primera vez, después del primer homicidio, del primer robo, del primer golpe, del primer trago, del primer cigarrillo, del primer porro o la primera pepa. Después de la primera vez todo te da igual, la segunda vez ya has perdido la sensibilidad, tus emociones y sentimientos empiezan a pudrirse, si no estás hecho de buena madera probablemente después de la primera vez ya no sientas nada.
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Después de una noche de sexo, alcohol y cigarrillos ¿Qué queda? Un vago recuerdo y un gran vacío. Ya te cansas de follar y follar e irte a la cama con alguien que a la mañana siguiente no recordaras su nombre.
Luego sientes que te hace falta algo, cosas simples a las que no le damos tanta importancia como un abrazo, un beso, una caricia, un “buenos días”, un “buenas noches”, un “descansa”, un “te quiero”, un “te extraño” y unos cuantos “te amo”. Empiezas a sentir la leve necesidad de estar con alguien que llene tus vacíos emocionales y que este ahí para ti cuando te encuentres en desolación e inicia tu búsqueda por el amor y esperas encontrar a alguien que llene tus expectativas, alguien que te haga sentir ese fuerte cosquilleo en el estomago y te saque sonrisas con el simple hecho de verle, alguien que te tome de la mano y te lleve a dar un paseo, alguien con quien puedas tirarte a la cama y comer helado mientras ves una película, en fin alguien que te ame.
Quiero ir a la cama contigo, lo digo de la manera más inocente. Quiero acostarme junto a ti en el césped mientras observamos el cielo. Quiero que caminemos juntos mientras llueve. Quiero llenarte de suaves besos, dulces caricias y abrazos sorprendentes. Quiero observar eso ojos oscuros que tanto me gustan. Quiero que nos sentemos a mirar el alba y el ocaso. Quiero que vayamos a fotografiar el mundo. Quiero saber si me quieres porque quiero que sepas que yo te quiero.
“Querido amigo tal vez no te agrada esto, espero comprendas que tenerte cerca es maravilloso, por tanto procederé a juntar tus labios con los míos, ya que no logro resistir las ganas de ti, de tu sabor, de tú dulzura, de tú sentimentalismo, de tu razón, de tu lógica. A fin de cuentas las posibilidades de que volvamos encontrarnos son pocas, si la vida nos tiene destinados algún día seremos y estaremos” - Luego de haberle susurrado esas palabras al oído, le beso como se besan pocas veces en la vida, con el alma y el corazón, después del beso se levantó del césped y fue alejándose poco poco. Esa fue su despedida.
Recuerdo cuando solíamos encontrarnos en aquél parqué, sentarnos en los columpios, hablar durante horas, reír y tomarnos de la mano. Ahora soy yo él que va al parqué y se sienta en el columpio, sin hablar, sin reír, sin tu mano, sólo. Debí saber que te marcharías, que dirías adiós, que me dejarías, debí suponerlo, pero mi desenfrenada manera de amar no me dejaban ver eso.
Le vi con su nuevo amor, la felicidad que se tenían se sentía a metros, nunca en mi vida le había visto tan bien después de mí. Ver esa escena me dejo perplejo, anonadado y confundido, millones de recuerdos y momentos pasaron por mi mente en tan solo dos minutos, se acercó a mí y me dijo:
- ¿Cómo has estado? Hace un largo tiempo que no te veía
- Bien, todo en mi vida es perfecto – respondí
Mientras el nudo en mi garganta se hacía cada vez más grande y mis ojos se llenaban de lágrimas, le dije:
- Tengo una reunión, me alegro verte, adiós
- Espero volver a encontrarte, que tengas un buen día – respondió.
Me aleje lo más rápido que pude, mis ganas de llorar eran inevitables, me hice una pregunta “¿Cómo puede dejarle ir?” mientras rodaban por mis mejillas esas pequeñas gotas frías, un mar de sentimientos en mi mente eran lo que había causado verle de nuevo y ningún sentimiento de estos era positivo.
Lo único que hice en el día fue pensar, en todo lo que habíamos pasado cuando estuvimos juntos, llego la noche y sin un sol que brillara y calentara, me fui oscureciendo y enfriando poco a poco, hasta caer en depresión y un mar de lágrimas.
Mi alarma se activó, eran las 04:00 A.M. desperté llorando, sentí que todo había sido real, pero fue una simple pesadilla, me voltee y ahí estaba durmiendo y su rostro se veía feliz, me acerque y le susurre al oído:
- Te amo, fuiste, eres y serás el amor de todos mis días, no dejare que te marches.
Le desperté y me respondió con un beso, un beso de esos que solo podían llenarme de buenas emociones.
“…bueno, tal vez no, definitivamente no, porque simplemente no soy tú, tampoco es mi intención intentar comparar los problemas de cada persona, ya que los niveles de dificultad son totalmente subjetivos.
Puede ser que para alguien lo peor que le ha pasado en la vida ha sido perder a su mascota, mientras que para otra ha sido ver como pierde a su familia frente a sus ojos y muy probablemente a los dos les haya dolido igual, al punto al que voy es que no intentes mirar cuan mala o buena ha sido tu vida, no tengas presente el dolor que has sentido o que probablemente sientas luego.
Cada caída y cada golpe nos permiten aprender y ser más fuertes para los problemas que nos depare la vida. Si tu profesión te hace feliz, enfócate en eso, olvídate del resto, si hay algo que te entristece, apártalo y no dejes que te afecte más.”
“yo soy amor, soy placer, soy esencia, soy pendejo, soy alcohólico, soy tenaz... Yo soy, simplemente soy.”
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