Siempre regresaba a la fascinación que me causaba dormir entre las pequeñas hierbas y los enormes árboles que no siempre me acogieron como hoy. Venía solamente cuando el desconcierto rozaba la imaginación, cuando la vida era más o menos injusta y claramente perturbadora, dolorosa e inevitable.
7 de marzo de 2021
2:38 a. m.
Amigo mío, solo ella y yo entendemos lo que hay detrás de estas íntimas correspondencias. Llega a mí en el acto, en la revolución, en el ensueño de nuestras diferencias. Todo lo que ebulle en mi sangre existe y se recicla en mi corazón, previniendo el destierro de lo que a veces no llego a decir con palabras.
Un día como hoy, ¿recuerdas? hablábamos de lo grandioso que era vivir respirando el mar habiéndose uno enamorado. El tiempo era indistinto entre tus labios; tus ojos, tus gestos, tus silencios, todo cuanto pudiese entrever, expresaba tu amor por Eloise. Era como un exorcismo en el que siempre salía más vivo que nunca y más loco que de costumbre; pero tú no te inmutabas, solo suspirabas y me sonreías. Loco. Yo sabía que eso no te llevaría a ninguna parte y te lo había dicho en más de una ocasión.
Ahora tengo que responder por ti y por todos los sentimientos que dejaste cuando decidiste aislarte del mundo para siempre. A menudo, me pregunto cuántas cartas seré capaz de responderte sin llorar. Tonto.
Eloise ha vuelto a preguntar por ti y yo le he obsequiado, esta mañana, la última carta que recibí del correo. Espero que sepas perdonar mi imprudencia; sin embargo, nadie, que estuviese cuerdo, haría llorar a Eloise, porque es una gran mujer y porque te ama. Y solo yo sé de su amor por ti. Y tú, aunque intentes mantenerte al margen hasta el punto de no poder respirar, citando tu última carta, sé cuánto te importa tu esposa: mil novecientos noventa y nueve cartas para ella y veintiocho para los amigos.
Ella siempre logra intuir mis pasos y los acompaña, deslizándose suavemente en el aire, entre los árboles y las nubes, cubriendo con su esencia angelical la cumbre de todas las pasiones, haciendo cantar al remanso, viéndola reír, jugar con las pronunciaciones. Me persigue la algarabía de los días felices. Y si pronuncio hogar es porque ella existe. Y si pronuncio amor: el mundo entero para querernos (…)
Ojalá no hubieras pasado nunca. Ojalá te hubieras quedado.
Elvira Sastre. Aquella orilla nuestra
«I’m so mad I’m getting old it make me reckless». Cuando éramos jóvenes.
«Estaba escuchando una canción de Adele cuando pensé en esto. En las “últimas veces”. Uno a veces no sabe cuándo será la última vez de algo. ¿Se debería tener cuidado? A estas alturas pienso que sí. Recuerdo, por ejemplo, una cafetería, cerca a Independencia. Había jarrones con pequeños claveles al centro de la mesa. Teníamos ensalada de fruta entre la lengua. El sol caía oblicuo sobre las flores y sobre tus ojos. Recuerdo tus ojos como un abismo. El vértigo, el deseo de lanzarse. La cima de una montaña, los árboles del Amazonas, las plumas de algunas águilas y búhos, el café humeante entre la lluvia. Pensé en todo lo que me gustaba y que tenía el mismo color que tus ojos. Los caballos. Yo no sabía, por ejemplo, que ese día iba a ser el último día que los vería con ese brillo. Con esa señal de amor. Así perdí muchas cosas. La última vez que te vi sonreír, sonreír con ganas. La última vez que te escuché contar un chiste. La última vez que vimos una paloma y gritaste porque las detestas. La última vez que comimos helado. La última vez que cocinamos juntos o salimos a bailar. La última vez que dijiste que hacía frío en la calle y nos metíamos en un café o corríamos a casa para meternos en la cama. La última vez que te vi desnuda. Yo no entiendo muy bien el acto de cerrar un ciclo pero me temo que tiene que ver con ser conscientes de que será “la última vez”. Si hubiese sabido que aquella tarde sería la última vez que tocaría tus labios, por ejemplo, me hubiese esmerado en guardar un buen recuerdo de ese beso. De hacerlo durar todo lo posible. De no mancharlo con la melancolía anticipada del nunca más. De besarte como si te dejará mi vida en tus labios. Ahora pienso en un cuento de Borges, sobre un prisionero que le pide a Dios detener su ejecución para terminar una novela. Y Dios, en su misericordia ante el escritor, detiene la bala mortal unos centímetros antes de impactar. El tiempo se detiene menos para el prisionero, que escribe mentalmente su novela, segundo a segundo, hora tras hora, día tras día en un tiempo que no es, inmóvil, frente a la bala. Luego de terminar la novela la bala continúa su camino hacia la muerte. Hubiera pedido a Dios el tiempo suficiente para despedirme bien de tus labios. Que se detenga el tiempo para poder imaginar que maduramos juntos. Que visitamos más cafeterías. Tiempo para imaginar que vemos todas las películas que se grabarán en el futuro. Tiempo para imaginar que regresamos a casa y conversamos de ellas bajo las sábanas. Tiempo para imaginar que nos cubrimos con una manta cuando llueve y pensamos en nombres y tiempos. Tiempo para imaginarnos en una discoteca, en una exposición de arte, en un concierto. Y así, solo después, decir adiós. No lo sé, no sé si así el ciclo estaría cerrado. ¿Tu qué piensas? Claro, de cuando éramos jóvenes. Creo que estaríamos tranquilos, sabiendo que se hizo todo hasta el final. Que nos quisimos como nunca hasta el segundo antes que dejamos de hacerlo. Es confuso. El ser o no ser. Desde entonces me digo siempre, ten cuidado, está puede ser la última vez. Mañana puedo morir, nunca se sabe. Voy al cine. A veces me ilusiono o creo que me enamoro. En una reunión me embriago y me hago amigo de alguien. Corro por la madrugada hasta que me duelan los muslos. Le pongo mantequilla a las cosas, igual podría morir mañana, nunca se sabe. Si me atrae alguien me aseguro de que sea una buena ilusión. Uno se puede morir mañana y no hay tiempo para mancharse los labios con besos sin sentido. No tengo perros pero alimento a los de los vecinos, aunque por las noches me desconozcan. Viajo, monto la bicicleta y voy hasta donde terminan los caminos. Duermo hasta que me duele el cuerpo. Entristezco hasta el borde del suicidio. Porque podría ser la última vez. Quería comenzar esto citando mi habilidad para recordar los hechos, mi buena memoria. Y comenzar también con el génesis de ello, mi habilidad mayor para meterme en problemas. Que aprendí a salir de problemas demostrando mi inocencia con lo narrado al detalle. Pero pasa algo. Hace unas horas vi una fotografía. Era una reunión de cuando tenía 17 años. Cosas que he olvidado. Y como si fuese una pequeña ficha de dominó he comenzado a recordar muchas cosas en las que también estabas presente. Las he olvidado y son cosas alegres. Ahora pienso que los ciclos se cierran solos. Basta ser feliz y la historia se olvida, mejor dicho, se archiva hasta que sea recordada. Las cosas tristes, nuestras culpas, son las que no se archivan. Son las que necesitan trabajarse. De esas hay que tener cuidado. En mi afán por cerrar ese ciclo pienso siempre en la forma que debí haber disfrutado de esas “últimas veces”. Ahora ambos hemos cambiado y quizá no nos importe realmente. Pero usualmente me sorprendo pensando en nuestro último beso, en la última vez que te tome de la mano y sentí que estaba sujetando lo más importante en mi vida. Y corrijo, no fueron las últimas veces, sino solo las veces que se desperdiciaron por alguna pelea, por algún sin sentido por algún rencor pasajero. Solo porque éramos jóvenes. Solo porque estábamos aprendiendo a amar.»
Félix Arapa
15 de abril de 2022
Yo no sé qué te he hecho, corazón. ¿Sientes eso?, ¿lo sientes? Eres tú otra vez(...) Nervioso, vas pululando tus latidos para ella. No puedes ir de otra forma, no sabes. Desde que aprendiste a hablar, no has parado de decir su nombre.
Vier., 25 de dic. de 2022
Especiales los días porque especiales las personas, especial tu corazón y los pasajes solemnes, indefinibles e incorruptibles del amor. Yo, sentada desde esta orilla, espectadora, con el viviente espíritu del corazón enamorado digo esto: ¿nos volveremos a encontrar? (…)
Vier., 04 de dic. de 2020
Suspiros que nunca se guardan ni dejan dolor, en mi pecho hablan de ti. Esperando su turno en el jardín están, horadando el corazón. Van rozando tu mirada inquisitiva mientras avanzan. Tu mirada se parece a un campo lleno de flores frescas y lozanas, dicen. Suelto una pequeña risa, pues sé que aún no se han topado con tu sonrisa a pesar de haberse cruzado ya con el cielo. ¿Cuánto hace que sueño?, preguntan. Ahí va otro suspiro. Te ves tan hermosa cuando tus alas se bañan bajo el manto del mismísimo sol; y pintas y cantas y bailas, escribiendo tu propia historia. Remueves las corrientes de toda mi esencia y las conviertes en alimento para el alma. Vivificas el lenguaje y a mí solo me queda sentir tu magia.
Mar., 5 de nov. de 2024
2:35 a. m.
Te quiero. Sí, Te quiero. Absurdamente. —Desfallecida ya—.
Ha decidido levantarse la muerte en rebelión ante el áspid de un olvido que no me deja morir. Y yo solo he sabido decir “te quiero” en un idioma que solo entienden aquellos que fueron enterrados en vida.
¿Alguna vez...?
Me construiste para luego protegerte de mí, y desconocer mi cariño. ¿Por qué viniste por mí y no me arrebataste, de los labios, tu olvido? Qué hago yo renegando de mi cariño está noche si lo que aprendí a mirar cada día fue...
(tus tres nombres)
Sufro de paranoia, porque me hicieron a imagen y semejanza de un dios que no existe.
Yo misma me negué tres veces.
¿Qué esperas de mí ahora?
¿Dónde coloco tus flores?
¿Dónde lloro tu nombre?
¿Dónde beso tu olvido?
18 de noviembre de 2021
Mi alma vive en el eterno limbo desde que llegaste, prendiendo fuego a cada deidad de este mundo. Cuando te pienso, siento que mi corazón se deshace dentro de una habitación encendida por brasas celestiales. Así que... intento respirar, mientras espero el infierno y tú vuelves a encender la vida.
Mi amor es un triste olvido que sólo recuerdo cuando enfermo. Me duele la frente, los brazos, las piernas, los labios, los ojos, el iris, los tres lunares de su cuello, el pecho y su corazón... *Voy a vomitar el peso de tu ausencia e incendiarme, en tu nombre, bajo la llovizna de julio. Tropezaré con todas las salidas de emergencia hasta... (ya no) encontrarte.