A partir de ese momento Luciano piensa que el amor jamás está de su lado porque él siempre parece estar desenvolviéndose por el lugar que no le corresponde. Ahora, por ejemplo, se siente fuera de sitio, se imagina lo que María piensa de él y prefiere desconectar el sonido, no escuchar y verla a abrir y cerrar la boca para gesticular un montón de silencios sobre los que él superpone, con una comodidad increíble, sus pensamientos. Ya no tratará de complacerla, pero sigue sabiendo que le gustaría encontrársela de noche, conocer su cuerpo y hablar de todas esas maravillosas estupideces que dos almas relajadas intentan expresar una vez que sus cuerpos ya se han expresado mucho mejor que ellas. Esos momentos son tan buenos como las más altas ilusiones y los mayores sueños de heroísmo. Siempre ha pensado que los sueños simplemente confunden; ahora le agrada esa misma confusión porque hace que uno sienta con intensidad no se sabe qué y tampoco importa qué. A veces tomar las cosas con un poco más de tranquilidad ya es poesía: esperar encontrar un día en que el mar no sea tan grande, el día en que uno se pueda erguir sobre las orillas de esta tierra y verse desde el mar, desde su alma gemela que navega en el mar; presentir que uno se puede quedar dormido bajo la corteza terrestre y, a través de un sueño, apuntar directamente una flecha, hecha del sentimiento que a uno le sigue quemando, al corazón de María; calcular que se puede esperar y escoger un futuro que valga la pena. Esperar, presentir, calcular lo que no es otra cosa que potencialidades. Decide que es mejor volver a conectar el sonido antes que ella se dé cuenta que está pensando en locuras en vez de escucharla.
Melvin Ledgard. Los sentimientos de Luciano.
Junio de 2017
Te extraño, no me engaño, porque he tratado de pensar que la belleza es limitada, que los gatos son peligrosos, que las gentes son detestables, que la música es soledad. Y no. Nada de eso, nada, puede asemejarse a la verdad.
7 de en. de 2022
Algo en mi pecho parece querer resquebrajarse y sangrar… Pero se detiene, justito en el centro del corazón.
Cálido invierno
Yo creía ser devorado por el horizonte.
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Mudo como las cosas, como el dolor, como todo lo que no se elige.
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Todo esto es una fuga. Sé que los ojos saben cerrarse, pero eso no es suficiente.
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Recóndito y exangüe conocimiento que soporta la complacencia de mantener constante el flujo de pensamientos cualesquiera. De los gritos hacia el silencio, no hay nada que consuma hasta el hartazgo el quebranto de los intereses emocionales.
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Sombras que se alzan entre la misma muerte, volátiles, como materia que representa la capacidad inerte de amar y no ser amado. Quisiera aparecer y reaparecer por un instante que no sea tiempo; quisiera arder, arder sin flama.
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Vejez prospectiva lejos de la juventud, llena de preámbulos que llegan a ser los desertores de la confianza que templa mi ordinaria sombra. Quisiera la incapacidad que reafirma la conmiseración por esta naturaleza cárnica, condición de sombra lentitud e interioridad insondables. Pero la oscuridad aguarda intranquila, recorre la persecución que repiten mis manos, otorga la risa que baña las coartadas de la tarde. Tal vez, algún rayo de sol prefiera dudar; otro, confiar que mi alma fue destinada para algo más que el infierno.
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Las sombras antes que los cuerpos llegan, mas no dicen nada, no oyen nada. Melancolía que se ha arrastrado mal herida y no entiende la llama de los siglos; abismo marginado por endemia, que florece por abril y marchita por concesión de las lágrimas, que de soledad reviste a la inflamación de mi alma, la silueta de un sueño, y la oscuridad de un rostro.
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Temeroso de ofender, algo casi inviable. Ruta que no debería buscar, que debería perder y tal vez encontrar.
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Quien se ha perdido.
Quien ha perdido.
Ha perdido perdido.
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No hay tiempo para lo que ya es suficiente.
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Confuso por los labios. Un relieve bajo el suburbio de solo sombras; el inicio y el final de un cuento sin impresiones; un más allá de la muerte que no ha olvidado respirar (...)
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Las nubes sonríen por una lágrima pero no forman caminos como la ciudad que adormece a los vagabundos de esta tristeza colindante.
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Supongo muchas cosas.
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Ya no tiene 17. Fingir desconocimiento hace que el disparador pierda el movimiento del tiempo y se disipe como si nunca hubiese llamado máquina a su cuerpo. Aquellas horas donde establecía disonancia con la realidad terminaban...
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La luna y la llovizna suave colisionan -¡como si de mi pecho tratasen al enemigo! Un descarnado anonimato termina cruzándose la sien, lo he oído gritar, sensible, excesiva y dolorosa manera; mas la luna decorosa y predispuesta se halla. Porque la quiero, porque la mutilación dio al anonimato, porque de mi pecho trascienden las ficciones que conducen a las viejas paredes que despabilaron una noche. La noche colgaba su rostro sobre mi pecho, mis ojos colgaban de la llovizna de aquella noche. No había mediación, las conciliaciones habían terminado.
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Cuadro de la desesperación que no llama al desvanecimiento y desapropia su definición. Cuadro que emerge, nace y sale de mi vientre para probarme que no entiendo; que la misma palabra que sumerge a la noche dentro de ese paraje que hace andar su tristeza, no es tan solo el retrato de una total pérdida del ánimo, sino, un encuentro desenmudeciendo detrás del dolor.
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Los espejos son amores que vislumbran los ojos de su linaje. Yo odio los espejos.
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Mis sentidos están cercenados por agujeros que ahogan un propio fluido. He perdido lo que soy y lo triste que fui por caminos que saben señalarse con un gesto amargo de pasos tambaleantes, oscuros y sangrantes, sedientos de impunidad impalpable a los ojos de los tristes.
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La intervención que sujeta el estertor de la muerte: funesta mezcolanza e inasible como una idea; estulticia que ha desgreñado un indecente; juicio ensordecedor que solo tiene uso antes de un mediodía caído e inadecuado, antes de las acciones irreparables inherentes a la tristeza. Dice tanto que la persecución me atraviesa la boca y escucho los murmullos por palabras.
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La maleza de los sueños que no logro concebir como míos son secretados por la imperceptible naturaleza de la imaginación doliente y silenciosa. No creo haber descubierto espesura de una intervención más entrañable que la del amor; sin embargo, me observo alterado por todas las formas inacabables que se presentan del divagar, del pensamiento tan distante.
Lejos de aquello: esto
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No duermo y pienso que leo, que escucho, que siento; pero nada de eso es leer, escuchar ni sentir. Y eso es to’, ahí se quedan mis ideas.
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Las personas tienen una compleja y destellosa forma de pensar, aún no lo entiendo, no comprendo nada; pero aún así, los veo observándose. Los veo, llegan a las miradas de quienes parecen comprenderlos en su más íntimo sufrimiento.
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27 de Junio de 2017 Apolo es un Dios.
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Lloraría igual si me fuera a morir. Desaparecer. Desaparecer de todo pero no morir.
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No puedo volver a llegar, ser parte de esos que te escribieron. Cambiar toda esa colección de sentimientos faltos de alegría.
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Me dice que no sabe ser débil, que puede ser frágil por dentro y, por fuera, un muro donde la piedra de doce ángulos representa su corazón
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(…)Me detengo y observo precedidos todos los sueños que este último tenía planeados para mí, recelosos por la inconsciencia de no querer saber cómo funciona el mundo. Regreso y me veo en los largos años, me veo implicada en lo tormentoso de lo que alguna vez fue mi evidenciada tristeza.
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Mi tentativa por obviar el peso de las horas me expulsa al encuentro de un sueño donde se pueda susurrar hasta que el latido del corazón paralice mis temblorosas manos y altere mi cuerpo. Buscándola siempre en las voces de aquellos que aún no perdieron sus sueños.
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Es como si mis pensamientos estuvieran escondidos, mirándome a lo lejos...
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(…)Como no pensar en lo que no entiendo de mí. Porque lo que entiendo de mí está notando la huida de todos estos años.
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Ni siquiera me di cuenta de las mariposas que había en mi estómago
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Temo de mí , de las inseguridades y de todas las cosas que he pensado seguras. De cada noche oscura e ineluctable. Sentía al miedo permitiendo las insinuaciones de la noche. Y como si se hubiera camuflado entre los pensamientos que tenía antes de pensar en María, se espesaba entre mis labios y me ahogaba sin dejarme espacio para decir su nombre. Sin previsiones de lo que sucedería después, terminé aislado en el rincón más oscuro de mis pensamientos, escuchando a los recuerdos retorciendo la realidad, deambulando sin tener una clara imagen de la dirección, aceptando todo, incluso la muerte en el aire frío de aquella noche .
Esa fue una de las primeras noches de invierno, esas que se llevan a uno de los infinitos impulsos que materializan el alma. Echar a andar la imaginación era lo único que hubiera querido hacer si la necesidad de volver a decir su nombre no hubiera asaltado mis pensamientos
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Es raro lo que siento al despertar y al acostarme, hasta caminar…
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Dormí y supe que el amor existió nunca lejos de los sueños.
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Demos amor a la tristeza me suplican los sentimientos...
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Y entonces vuelves y olvido todo lo que tenía que decirte.
Y todo a mi alrededor contribuye para contradecir al silencio
Creo que las hojas serán de una total envergadura cuando las raíces escapen de los suelos.
®| Hoja29
Martes, 17 de julio. 2:40 a. m.
(…) Por las mañanas o las noches, nunca las tardes. En las tardes siempre hay mejores cosas que hacer.
Junio de 2018
(...) Pero si de distinciones hablo, no sería correcto olvidarme de las voces de la naturaleza que han colmado mi alma de espera. Estuve llorando plegarias para que no llegaran demasiado tarde, para que no callaran todos sus anhelos.
Lun., 28 de dic. de 2020
En el interior de cada nota está columpiándose, inocente, mi corazón, en los sentimientos más incautos y soñadores. Yo cierro los ojos y sueño contigo; en las fibras de mi ser vive despierto ese afán. Sabes que mi corazón, a tu lado, va a morir de angustia si no sonríes, mas, sabemos, que continuará tan vivo como ninguno. Y ante eso, lo que yo podría regalarte ya me los has regalado tú. Yo no sé si es el día o este amor que siento por ti. Pero de igual forma, tu nombre allá en las estrellas siempre será la gala más bonita que pueda vestir el universo.
Cada despedida me envejece una vida, me forma surcos en los dedos y me empuja hacia los lados en un vaivén que trato de ignorar. Cada despedida, también, me dibuja un nuevo sol, un sol distinto, armado de nuevo, capaz de encontrar luz entre todos mis años. Las despedidas son una salida y he aprendido a no tenerles miedo, a no evitarlas. Las abrazo como el que se agarra a un trozo de madera en mitad del océano. Conozco su significado. No me da miedo decirte adiós, haberte dicho adiós; lo que me asusta es no poder hacerlo, no poder haberlo hecho. Y hoy, después de tantos años, me pregunto si esta nostalgia, si esa aceptación inevitable, si aquel silencio ante nuestro auxilio, no es más que mi (tu) boca, tapada por tus (mis) manos, suplicando una despedida que nunca llega, que nunca llegó.
Elvira Sastre. Aquella orilla nuestra