Añoro un lugar que aún no presencio y que intento alcanzar con todas mis ansias. Pareciera como si no hubiera nada más simple ni más complicado que eso cuando me acerco a la existencia de lo que me hace sentir su voz. Es la añoranza de aquel lugar, que está lleno de paisajes que se pintan con tal sentido, el cual revive el olor de cada mañana; inventa un camino para que al fin logre alcanzarla; percibe el latir de los corazones; acerca de a poco respiraciones que nos pertenecen; y llegado un momento donde no puedo concebir el sueño, desde aquel lugar, es su voz quien me aguarda para no terminar descalza delante de ella, pues correría millas si fuera necesario, porque el sueño no me basta ni me espera.
Por eso la busco, busco su voz, quizá cuando resuelvo mirar a través de la ventana y veo cómo la inmensidad se apodera de todo rastro de luz furtiva, para que de aquella emane toda claridad que espero y ya no trato de imaginar pensando que tal vez podría llegar al lugar donde convergen sus sentimientos, donde todo me gobierna y donde nada me ata, ese lugar que aún no presencio pero que imagino cuando sus labios enfrentan la confusión de su memoria y solamente atino a decir “no es necesario que digas nada, que hasta donde alcances a ver seguirás bien, que esos recuerdos son deshechos, impertinentes que están celosos de la persona que eres ahora.”
Queda una luz que aguarda mis sentimientos, una luz que me impulsa, me aguarda y me olvida. Otra vez me lleno de lágrimas. No dejo de pensar que las manchas de la pared son simples huellas dejadas por la llovizna de la noche. Y, por el contrario, el sonido que resulta entre la confusión de saberla dormida o despierta es un claro presagio de que la volveré a ver y al fin podré reconocerla en los más tangibles sueños que alguna vez mi memoria habrá de recordar.
Ella es hermosa, en el sentido amplio de la palabra, por eso su voz me parece hermosa, por eso su relicario de pensamientos están diseñados para emocionar y apaciguar cualquier alma como la mía; pero de aquellas otras, yo no sabría más qué decir.
Qué ideal es aquel pensamiento que ha surgido desde la más profunda emoción de mis sentidos, qué hermoso saber que estos pensamientos me pertenecen sin darle mayor importancia a lo que dijeron otros, lo que pensaron otros y lo que sintieron otros. Porque lo que yo siento es el inicio de algo que respira, que camina, que piensa, que yerra, que no miente y no se involucra más en el olvido ya que sensaciones como estas jamás llegan a olvidarse y ahora lo entiendo. Quizá el vuelo repentino de un ave dentro de un sueño me convenció de no olvidar, por su vuelo detenido y suspendido, por su impaciencia y sus ganas de aprender algo nuevo cada vez que observa un nuevo horizonte, alguna forma de naturaleza, alguna forma de granizo o lluvia.
Ojalá mis palabras pudieran causar mayor emoción, pudieran traspasar la efímera distancia hasta encontrar sus latidos, y acercarme infinitas veces a sus emociones y sentimientos. Decirle que ya nada me aturde y todo en cuanto a ella se refiere hace emerger de mi pecho involuntarias pero intensas contracciones del corazón; que mis pensamientos desprenden y rozan sentimientos que resultan en desapercibidas lágrimas sobre mis mejillas.
Y mientras cada una sigue su irremediable curso, pienso en ellas, en la composición de todo lo que precedió al llanto, en todo lo que dejó de ser por el llanto. Y me pierdo...en el momento donde mis labios persiguen cuidadosamente los suyos intentando, entre cada palabra dicha, que su respiración me conceda por fin el inmenso deseo de rozar sus labios.
De las mañanas esta es una de mis cosas favoritas,caminar por aquí
Enero de 2019
Regreso de los mares que comprenden un estigma para ellos. Porque vomito polvo y barro palabras, no entiendo que lo comprendo porque lo dejo ir, porque reprimirse es voltearse al tiempo de la flama y abrazar la orilla.
Observarla era como escuchar mi canción favorita en directo.
-Elvira Sastre ✨
Sigo prefiriendo jugar con fuego, pero a mi manera
Mensajessinremitente
Mar., 15 de dic. de 2020
Que esta luna no me suelte del ensueño, que no temo por la caída, sino más bien por el silencio dejado por tus manos en este piano a cuatro imaginario. Flor de lis naciste, dulcísima niña creciste, implacable mujer de corazón venturoso y talento innato tras la cabalgata esplendorosa de tu camino. Este primoroso dolorcito en la boca del estómago es de las cosas más bonitas que me han regalado en la vida.
(...) Pero, Eloise, la palabra no me sale ni me sabe a nada si no me encuentro con ella. Y este silencio me sabe más a reticencia que a olvido. Mi corazón sonríe y tiernamente me esconde la cara. Corazón de mi corazón, ella es el único después que quiero en mi vida. Todas tienen algo parecido a ella, pero ella no se le parece a nadie.
Alberto Fuguet, Sobredosis
Mi corazón no sabe cómo morir.
4 de octubre de 2021
12:11 a. m.
Sobre el cielo tendido yace mi amor por ti. Sobre nubes que cobijan nuestras almas (…) Ojalá llueva todo lo que nos quisimos. Y pueda beber yo de las aguas de mis culpas