No tienes por qué hacer las cosas perfectas.
La perfección siempre cambia, la perfección evoluciona, la perfección se perfecciona.
Cuando crees que la conseguiste, ella está cada vez más arriba, y más arriba, y más arriba.
No tiene caso que te estreses por ella. Sólo disfruta de cada escalón, disfruta del ascender, pues será un ascender eterno. No tiene caso desesperarse por no alcanzar el final, pues en realidad no hay final.
Destrozada, con un dolor en el alma. Pero tranquila, porqué todo pasa. Nada es eterno, mucho menos lo malo.
Yo-u
I don’t feel guilt at being unsociable, though I may sometimes regret it because my loneliness is painful. But when I move into the world, it feels like a moral fall — like seeking love in a whorehouse.
Susan Sontag, As Consciousness Is Harnessed To Flesh: Journals & Notebooks, 1964 - 1980
No hay una vida completa. Hay sólo fragmentos. Hemos nacido para no tener nada, para que todo se nos pierda entre los dedos. Y, sin embargo, esta pérdida, este diluvio de encuentros, luchas, sueños… Hay que ser irreflexivo, como una tortuga. Hay que ser resuelto, ciego. Pues cualquier cosa que hagamos, incluso que no hagamos, nos impide hacer la cosa opuesta. Los actos demuelen sus alternativas, he aquí la paradoja. La vida, por tanto, consiste en elecciones, cada cual definitiva y de poca trascendencia, como arrojar piedras al mar.
James Salter Años luz (1975)
Imagen: Austin Schermerhorn
“Y no somos otra cosa más que instantes de tiempo en pausa dentro de la nula eternidad. Caminamos creyendo que nos movemos, pero nunca dejamos el mismo lugar. Y nos movemos lenta, muy lentamente, engañamos al ojo, lo hacemos creer que lo que ve es la realidad, sólo somos una burda interpretación mostrada por nuestros ciegos sentidos… Y para quien una hoja muerta puede ser motivo de llanto, para otro puede ser un motivo para festejar la impermanencia.”
— Esu Emmanuel.
A tu lado sentía que mi cuerpo tenía alma.
Luux
Vivimos en un jardín. Un jardín lleno de flores, estaciones y césped que crece en libertad. Aquí las florecitas son de todos los colores y sus raíces se conectan por debajo de la tierra sintiendo la brisa y la claridad por encima de ella. En el centro, un árbol frondoso recibe los cambios del tiempo, cumpliendo ciclos necesarios. Este abraza el verano, se vuelve anaranjado, recoge el frío y vuelve a florecer. Este movimiento es bueno porque ninguna flor crecerá en el mismo lugar, ningún nido estará en la misma rama y, ni siquiera la luz alumbrará igual. Pero, lo que siempre intentará permanecer será el árbol, el cual estará firme en el centro del jardín, enredándose en el tiempo y buscando el sol para seguir creciendo. Ese árbol es la vida, bien plantado en este jardín precioso, un lugar que hemos construido desde cero y que amamos porque nos ha dado mucho, sin pedir nada a cambio. Al que tenemos que regar a pesar de la temporada, y al que el mundo terrenal seguirá cambiando para recordarnos lo impermanente de las cosas. Un lugar que nos da la oportunidad más grande para ser felices, fluir, amarnos y ser vida.
Respiro, sé que respiro. Pero intento imaginar que soy Aire y no esta prisión de carne que inhala y exhala.
Dame la perseverancia de las olas del mar, que hacen de cada retroceso un punto de partida para un nuevo avance.
Gabriela Mistral